21.4.10

Los muros

A veces construimos paredes que nos aíslan de los demás. Lo hacemos por miedo, para que no puedan vernos y dañarnos como otros hicieron. Muros que nos impiden entregarnos nuevamente al amor, darnos a una persona nueva. Muros defensivos que creamos cuando al no tenerlos hubo quien se aprovechó de nosotros. Fronteras. Hileras de ladrillos imaginarios que a veces nos protegen y otras nos atrapan, que nos impiden llegar a nosotros mismos incluso desde nuestro propio centro. Ladrillos de mentiras, autoengaños y falacias que hicimos nuestras, llegando a creerlas propias cuando a veces son ajenas, o haciendo ajenas las propias. Prejuicios sociales, personales, raciales y sexuales. Verdaderos y falsos, prudentes y contraproducentes. Ladrillos de colores creando muros defensivos, y otros que aun nos protegen del dolor de que sean necesarios. Muros que nos aíslan de los demás, y otros necesarios para protegernos de nosotros mismos.


Los muros existen porque existe el peligro. Si no los tenemos nos los inculcan, nos los proporcionan y se hace de buena fe, pero algunos son excesivos y nos impiden confiar en los demás. Otros son confianzas rotas que generan muros de cautela con quien menos lo esperábamos, y otros caen con la fuerza del amor y la confianza de un nuevo amanecer.


Son necesarios los muros que protejan sin confinar, y un listón prudente que nos aleje de la maldad para estar rodeados de aquello que nos beneficia, de esas personas con las que no hacen falta los muros ni las armaduras, porque como dice el viento, “los silencios entre amigos constituyen auténticas conversaciones, que lo que importa no es lo que se diga sino lo que nunca sea preciso declarar.


Muros que rodean secretos. Muros rotos por la desesperación del grito o el llanto, cuando es más fuerte la necesidad de ser amado por lo que eres que el ser consciente de que te puedan dañar. Reconstrucciones de muros cuando surgió la canción y fuimos privados de voz. Muros por un mundo más humano, protegiéndonos de la destructividad propia y ajena, y aniquilación de los muros del prejuicio, el estigma y la incomprensión. Muros que deben ser construidos y otros que deben ser derruidos, y una llamada al discernimiento para saber en qué momentos ponernos la coraza y en que momentos dejarla a un lado, porque tener cautela es prudente, pero pasarse de miedoso impide vivir la vida plena que solo puede dar la sensación de que no son necesarios los muros. Muy fácil en la teoría y complicado en la práctica, pero nunca imposible. Rompe tu muro si eres miedoso y confía, pero construye tu muralla protectora si confiaste más de la cuenta, y derríbala solo con quien demuestre ser merecedor de lo más preciado que tienes: tu confianza. Pon murallas en tu vida cuando sea necesario, pero recuerda siempre la diferencia entre no dejar que lo negativo te afecte y ponerle una mordaza a tu creatividad. Porque si amordazas te amordazas, y aprender a protegerse no es lo mismo que creerse con derecho a privar a nadie de su voz, y menos a ti mismo. Si quieres que tu libertad sea respetada, acuérdate de respetar la de los demás, pero cuando algo malo se apodere de ti, usa palabras, colores, formas y flores, versos y canciones, luces y oraciones, protégete detrás de un muro si hace falta, pero haz que valga la pena el esfuerzo de poner ladrillos, y recuerda que eso que ves en los demás lo llevas también dentro de ti. Respeta pero que nadie te invada, porque los muros son lamentos, pero en el mundo en que vivimos aun son necesarios. Construye tu muro con sabiduría y trabaja por un mundo en el que dejen de hacer falta.


Que los ladrillos del amor nos protejan del odio y el rencor y que un día dejen de hacernos falta.

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