22.2.09

El arte de sanarme

Ayer cogí una depresión. Me da por llorar mucho, no es apatía, es tristeza, son lágrimas contenidas, en sangre diluídas, que deshacen el nudo y desatan la tormenta del bloqueo emocional.

Entonces aparece el arte. Una simple servilleta basta, y algo con lo que dibujar. La negatividad que me rodea no me afecta. Y al final recibo hasta positividad. Me he curado.

Recuerdo a Rilke mucho en aquello de "la aparición del verso surge cuando los recuerdos se convierten en sangre, mirada y texto, cuando ya no tienen nombre ni se distinguen entre ellos".

Y me recuerdo a mí reflexionando sobre el arte. Es una línea de la cabeza que se suicida hacia el monte de la imaginación. Un tirarse al vacío sin aparente paracaídas.

Unas cuantas magulladuras, y una estrella que me recuerda que después de cada noche sale de nuevo el sol. Que saldrá para mí, que saldrá para todos.

Una guía en la noche oscura del alma. No hay mejor guía que un@ mism@ desde la identidad espiritual pura y de verdad, en la búsqueda de la cual hay quien cae en el oscuro abismo del ego y la soberbiedad vanidosa que destierra la bondad por derecho que cree supremo.

Por derecho a la queja, por derechos que se creen que tienen y así son comidos por ellos. Porque quien se adentra en los laberintos de la espiritualidad a veces se pierde como yo, pero los que se creen con derechos son privados de los derechos que creyeron tener.

Hay que tener cuidado. Tener el miedo justo. El respeto a esas fuerzas que nos son dadas como prueba. Como aprendizaje. El maestro es uno mismo siempre y cuando ese uno mismo sea divino y puro de verdad, con lo cual no es tan solo uno mismo sino Uno. Uno con todo. Uno con esa divinidad a la que rinde culto, y no hablo de religiones ni de sectas, hablo de integridad con Dios, con el universo en mí. Con el universo en ti. Con el verdadero Universo.

Somos Dioses sin serlo. Todavía estamos esclavos, y en ese sentido, somos todos demonios. Esclavos de nuestros propios demonios.

Hay quien ama muchísimo esta tierra. Yo a veces la adoro. Pero otras veces no volvería aquí ni muerta.

De la luz vengo y a la luz voy.

Y no sé si tengo tanto amor en mí como para querer volver una vez lo consiga.

El amor es otra cosa. La falta de sabiduría es la enfermedad de este tiempo, demente de visión por el mal uso que se le ha dado.