Hay un árbol en el medio del monte. La atmósfera es azul lilosa, colores fríos teñidos de un blanco neblinoso. En el centro de ese árbol yace el cadáver de una diosa llamada Tormenta.
Ahora todo es disperso pero antes de la muerte hubo una fúria que la hizo explotar de dolor.
Murió después de desplegarse en miles de trozos. En miles de colores. Cubos esferas multiformes que se deforman y se desplegan.
Un espejo que se rompió se disgregó y se multiplicó, y al juntarse de nuevo se encontró que cada pieza era diferente de la que le seguía.
El mundo estaba desordenado.
Y tenía que recobrar su ingravidez.
Ese árbol de muerte fue la semilla de una vida nueva, y es un espejo con vaho donde no me puedo ver.
Desde el otro lado hay un montón de vivos colores, de vida y de regeneración, explosiones y evasiones, combates diálogos y juego.
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